viernes, 13 de octubre de 2023

HISTORIA DE LA HISTORIA

El prólogo de la movilización militar más grande de Argentina

 El desplazamiento de tropas iniciado en octubre de 1978 y finalizado recién en junio de 1979 tuvo su raíz motivante en hechos que comenzaron a gestarse siete años antes.

  


Para precisar un punto de inicio a la historia, dentro de la historia, de lo que ocurrió en el verano de 1978 en nuestro país, debemos remontarnos en el tiempo al 22 de julio de 1971 y trasladarnos a la ciudad de Salta.

En esa jornada y en ese lugar, el entonces presidente de Chile Salvador Allende y el de Argentina, Teniente General Alejandro Lanusse firmaron el documento titulado: Compromiso de Arbitraje entre Chile y Argentina: Solicitud de Laudo Arbitral.

Así, las partes habían acordado someter sus diferendos limítrofes a la corona británica, la cual debía actuar con un tribunal compuesto por cinco juristas internacionales elegidos por Chile y Argentina, y cuyo dictamen –para ser notificado a las partes en pugna- debía ser aceptado o rechazado por la reina de Inglaterra, sin modificaciones de ninguna naturaleza.

En ese contexto fueron seleccionados los juristas Hardy Dillard (EEUU), Gerald Fitzmaurice (Gran Bretaña), André Gros (Francia), Charles Onyeama (Nigeria) y Sture Petrén (Suecia).

En 1972 la corte ya constituida estableció su sede en Suiza y en 1976 sus integrantes, embarcados, recorren parte del canal del Beagle.

Y fue aquel acuerdo el que derivó finalmente en el denominado Laudo Arbitral de 1977, dictado el 5 de mayo de ese año, aunque fue dado a conocer a la opinión pública recién el día 12.

Pero llegar a este no le resultó fácil a Lanusse. Tras la firma del acuerdo de Salta, un grupo de jóvenes de la Fuerza Aérea argentina y los jefes de algunas unidades del Ejército encarnando al sector nacionalista de las fuerzas armadas vieron con desagrado la cuestión y se sublevaron. Pero el levantamiento no tuvo éxito, y pese a ello no se adoptaron sanciones para los revoltosos muchos de los cuales luego se destacarían como aviadores en la guerra de Malvinas.

Sofocada la rebelión, diría Lanusse que “Un grupo de oficiales del Ejército, imbuidos de una ideología crudamente reaccionaria, ha pretendido erigirse en árbitro del futuro argentino, en un intento absurdo, oscurantista y retrógrado, destinado a torcer el rumbo de la historia y contrario a la tradición de nuestras armas”.

 

NULIDAD ABSOLUTA

 

El laudo reconocía derecho de navegación por aguas del canal del Beagle a ambos países, pero adjudicaba la mayor cantidad de territorio isleño a Chile (incluyendo la totalidad de Picton, Lenox y Nueva) con lo cual admitía su proyección sobre el Atlántico. Es por esto que, ya durante el gobierno del Teniente General Jorge Videla, Argentina declaró al laudo nulo, de nulidad insanable y absoluta. ¿Qué significaba esto? Que nuestro país no reconocía la resolución y no daba posibilidad de que se efectuaran enmiendas, correcciones o modificaciones.

Cuando se recibió en nuestro país el citado laudo hubo un malestar generalizado en las autoridades nacionales, que incluso motivó el desplazamiento de unas pocas unidades del Ejército hacia la zona fronteriza Oeste. Pero recién el 25 de enero de 1978 Buenos Aires comunica formalmente a Santiago el rechazo.

Los fundamentos de la justa y lógica postura estaban en que el laudo se asentaba en imprecisiones geográficas, errores históricos, malinterpretación de añosos planos e intencionada deformación del alegato presentado por nuestro país, lo cual se tradujo en una evidente parcialidad de los redactores del laudo en cuestión. Tal vez, el error esencial de nuestro país fue haber aceptado la presencia de los juristas norteamericano y británico.

A partir de allí ya entramos en la historia medianamente conocida, al menos para sus protagonistas. El 5 de octubre d 1978 (publicada en el Boletín Oficial recién el 11 de ese mes) el titular del Poder Ejecutivo firma el Decreto 2.348 disponiendo la movilización de tropas con la reincorporación de las clases 1952, 1953, 1954, 1955 y 1958 para sumarlas a la 1959 que entonces estaba cumpliendo con el Servicio Militar Obligatorio. También se reincorpora al servicio activo al personal de las tres fuerzas en situación de retiro y a los oficiales y suboficiales reservistas. Era el puntapié inicial del “Operativa Soberanía”, planificado desde poco tiempo antes y que comenzaba a hacerse visible.

Es destacable que, al otro lado de la cordillera de Los Andes, el desplazamiento de tropas había comenzado entre fines de agosto y comienzos de septiembre, incluyendo la ocupación de las tres islas principales por tropas de la Infantería de Marina que procedieron a minar las playas y fortificar con todo tipo de obstáculos antidesembarco. Y es probable que, por esta razón y el principio de que el atacante elije el escenario, se haya mudado el inicial y esencial de las hostilidades, cambiando el propio canal y las islas en disputa por territorio continental dándose prioridad a la invasión de territorio chileno con la captura de ciudades importantes como Puerto Natales y Punta Arenas entre otras.

 

 

 

 

 

domingo, 30 de julio de 2023

EN EL NOMBRE DEL PADRE

 

LAS CAPELLANÍAS TAMBIÉN ACTUARON DURANTE LA MOVILIZACIÓN DE 1978

 Los sacerdotes fueron incluidos en el Ejército por la Asamblea del año XIII para acompañar a las tropas tanto en su formación como en maniobras. Por esto formaron parte de los Operativos Independencia (1975), Soberanía (1978) y Virgen del Rosario (1982).

 


                                Sacerdote José Guntern, capellán del Batallón de Ingenieros en Construcciones                             121 y de la Agrupación de Ingenieros Anfibios 601, Santo Tomé, provincia de Santa Fe,                                 durante la movilización de 1978.

A raíz de un artículo periodístico publicado hace un tiempo en un medio gráfico nacional sobre la participación de religiosos en las islas Malvinas en 1982, comencé a indagar un poco sobre el particular, sin descuidar la propia experiencia.

Ya en el Virreinato del Río de La Plata existía el cargo de Teniente Vicario Castrense, heredado del sistema español. Pero fue el 29 de Noviembre de 1813 cuando la Asamblea creó el Servicio Religioso del Ejército hasta que el 8 de Julio de 1957, por acuerdo con el Vaticano, se lo transforma en el Vicariato Castrense para dar asistencia espiritual a las tres fuerzas armadas (Ejército, Marina de Guerra, Aeronáutica) y fuerzas de seguridad nacionales (Gendarmería, Prefectura, Policías Federal y de Seguridad Aeroportuaria). Sus componentes, en líneas generales se escalonan en capellán mayor, capellán castrense y auxiliar.

En el Batallón de Ingenieros en Construcciones 121 de la ciudad de Santo Tomé (prov. de Santa Fe), hoy Batallón de Ingenieros 1, contábamos -en 1978- con el capellán Juan Julio Banasiak, a quien conocíamos como el padre Julio, y de acuerdo a la información que pudimos reunir prestó servicios en la unidad entre 1974 y 1984.

Próximo a la finalización del periodo de instrucción, los soldados que no eran bautizados y/o no habían tomado la primera comunión podían hacerlo y para ello en determinadas horas y días eran reunidos en uno de los espacios abiertos de la unidad para escuchar al sacerdote con su catequesis. Quienes se preparaban para el bautismo y la comunión inicial debían elegir a su padrino de entre los restantes componentes de la compañía.

Las charlas eran a pleno rayo del sol y los soldados asistían cuando terminaban el duro trajín del entrenamiento básico en el llamado periodo de instrucción militar inicial. Y ocurrió que, en una oportunidad, el capellán reportó ante el suboficial de semana que dos de los reclutas se habían dormido durante la catequesis. Obviamente que recibieron “horas extras” de movimientos vivos, y eso quebró la poca empatía que ya reinaba entre la tropa respecto del religioso.

Y el 22 de noviembre de 1978 el cura partió junto al grueso del batallón hacia lo que luego sería el Teatro de Operaciones Sur (T.O.S.). Pero no estuvo mucho tiempo allí. Se dijo, había solicitado su regreso a Santo Tomé alegando compromisos sacerdotales previos.

Esto generó algunos comentarios, como el que daba cuenta de que el religioso, siendo niño, había atravesado horribles experiencias durante la Segunda Guerra Mundial en su Polonia natal y le resultaba muy traumático el escenario bélico donde nos encontrábamos en esos momentos.

Verdad o no, lo cierto es que de un día para el otro Banasiak retornó a la provincia de Santa Fe y su lugar fue cubierto por el capellán José Tarcisio Guntern, (que prestó servicios desde ese año hasta 1987 para la Agrupación de Ingenieros Anfibios 601, hoy Batallón de Ingenieros Anfibios 121).

Guntern, que se hacía cargo de la capellanía de dos batallones, años después tuvo un rol importante durante el escándalo que tuvo como principal protagonista al pervertido Obispo Eduardo Storni, y con el cual se encontraba enfrentado precisamente por su actuar sexual aberrante abusando de jóvenes seminaristas.

Era de contextura grande y ciertamente obeso. Estando en el acantonamiento de Río Gallegos tuve un solo cruce directo con él. Ambos, en direcciones opuestas, teníamos que pasar por el mismo y estrecho espacio. Por cuestión de jerarquía y volumen obviamente, le cedí el paso mientras le hacía el famoso saludo uno (venia o saludo de visera). Se detuvo frente a mí y cuando esperaba alguna reprimenda, preguntó “soldado ¿sos de Santa Fe?”, y ante la respuesta afirmativa espetó “¿De Colón o de Unión?”, ante la respuesta de que era simpatizante del “rojinegro” continuó su marcha repitiendo “Muy bien, muy bien”.

Improvisado, breve y extraño diálogo al margen, conforme los días transcurrían en el Teatro de Operaciones Sur el clima se iba poniendo cada vez más espeso al punto tal que nos habían instruido para dar la extremaunción a todo mortal que cayera gravemente herido a nuestro lado en plena acción.

No eran necesario aceites especiales ni aguas bendecidas y –dijeron- era suficiente decir “Yo te absuelvo de todos tus pecados” mientras se le hacía la señal de la cruz sobre la frente al moribundo.

Parece una simple anécdota, pero ¡vaya!, teníamos 18-19 años y la muerte –hasta ese entonces- se presentaba como algo lejano, casi impensado.

Me llamó la atención, también, que durante una misa de campaña el religioso bendijera las armas. Es decir, se estaba invocando al supremo para que las protegiera y no fallaran al momento de ser utilizadas contra el oponente. Cosa extraña. Lo mismo hacían los sacerdotes al otro lado de la cordillera.

Pero al margen de estos hechos y las reflexiones que ellos ameritaban, para los creyentes, la presencia sacerdotal era más que importante en un momento tan crítico de nuestras vidas. Ahora sí, la muerte estaba a la vuelta de la esquina… o detrás del alambrado fronterizo.

Por eso, la mayoría de los soldados católicos participaba en los oficios religiosos y hasta comulgaba, incluso sin confesión previa atento a las circunstancias imperantes.

 RABINOS

 Por lo general, y aunque parezca contradictorio, casi todos los ejércitos del mundo han tenido y tienen sus representantes religiosos. Aún las tropas irregulares, como el caso del sacerdote entrerriano Jorge Oscar Adur (cofundador del movimiento sacerdotal tercermundista) que se sumó, desde la clandestinidad, como capellán y capitán del ejército Montonero en julio de 1978 tras reingresar sigilosamente al país desde su exilio en Francia (y desaparecido en junio de 1980 tras ser detenido cuando intentaba llegar a Brasil por el puente internacional de Paso de los Libres para entrevistarse con el Papa).

En el caso de las fuerzas armadas argentinas diferente fue el panorama para los solados de profesiones religiosas no católicas. Hasta donde pudimos indagar, en 1978 no fueron admitidas capellanías ni colaboraciones con representantes de otras expresiones espirituales. Por lo que los cinco y únicos Rabinos Baruj Plavnik, Felipe Yafe, Efraín Dines y Tzví Grunblatt y Natán Grunblatt, fueron los primeros en ser autorizados a sumarse como capellanes transitorios en un teatro de operaciones, recién en 1982 durante la guerra de Malvinas.


jueves, 26 de enero de 2023

APROXIMACIÓN A LO PERDIDO

Ushuaia una ciudad con memoria selectiva pareciera resistir a la verdadera historia

 Una visita a la ciudad más austral del mundo y una recorrida parcial -y forzadamente limitada- por el canal del Beagle.

  

Tuve la oportunidad de visitar la capital fueguina, llevándome da la impresión de que sus habitantes (particularmente sus autoridades) no terminan de consolidar su recuerdo sobre el particular verano de 1978.

Un título de la época publicado en diario La Nación realiza una instantánea de aquellos días describiendo a Ushuaia como una ciudad sin niños. En su entonces peligroso aeropuerto –como así también el de Río Gallegos- se vivieron horas de zozobra cuando la gente se agolpaba y pugnaba por conseguir un pasaje del avión que los alejaría de una zona segura de bombardeos y combates.

Conforme el almanaque avanzaba hacia la navidad de aquel año, las calles de Ushuaia comenzaron a ser transitadas, en su mayoría, por personal y vehículos militares. Solo los jefes de familias habían quedado en sus hogares para continuar con sus actividades laborales. Todos los niños y las mujeres habían migrado. O, mejor dicho, casi todas las mujeres, porque allí permaneció un grupo de 120 cuyos nombres hoy son recordados como las “Damas Centinelas del Canal del Beagle” y una placa las eterniza desde el año 2014 en una plazoleta de la costanera. Una placa a la que ningún lugareño se refiere ni la folletería turística sugiere visitar.

Habíamos contratado un city tour en una Land Rover y su amable chofer nos mostró lugares emblemáticos de la urbe. El puerto, la base naval desde la cual zarpó por última vez el ARA San Juan, la costanera, particulares barrios y el punto donde año a año se realiza la vigía por la causa Malvinas. Cuando nos dirigíamos al viejo aeropuerto (hoy, aeroclub) apareció ante nosotros, montada sobre tierra, la “P-82 Towora”, con sus dos cañones Bofors apuntando hacia el cielo por proa y popa.

Me sacudió una emoción tremenda. Le pedí al chofer que se detuviera, pero no accedió, prometiendo que lo haría al regreso tras visitar el aeroclub. Y así fue.

Cuando por fin llegamos, el conductor detuvo el motor pero no descendió junto a nosotros. Me acerqué lo máximo que un cerco de alambrado lo permitió. Las clásicas fotos y algunos comentarios explicativos que trataba de darles a mi familia sobre ese viejo ingenio naval allí apostado.

Al regresar a la 4x4, el guía estaba celular en mano buscando información de la Towora. Algo había encontrado y deslizó algunos comentarios. “Tenía la idea que la habían hundido en un ejercicio de artillería”, le dije como para justificar mi entusiasmo. No hubo respuesta, pero había una que estuvo faltando como guía turístico en pos del rescate de la historia oculta. La que fue hundida en una práctica militar fue su gemela P-84 Alakush. Indudablemente, no lo sabía. Nadie se lo contó.


En cercanías del Faro Les Éclaireurs se encuentra hundida la lancha Alakush

Tampoco lo supieron los tripulantes y guía del catamarán que habría de llevarnos a conocer el canal del Beagle. En nuestro caso, hasta el mal llamado “faro del fin del mundo” cuyo nombre real es Les Éclaireurs, ubicado sí en aquel curso de agua, frente a la bahía de Ushuaia. Pero en verdad no es el más austral ni el que inspiró a Julio Verne (éste se basó en al faro de San Juan de Salvamento, ubicado en las islas de los Estados).

¿Cómo se vincula Les Éclaireurs con la P-84 Alakush? Pues, la vieja lancha guerrera fue hundida en proximidades del faro en cuestión. Es decir, los catamaranes turísticos navegan sobre su helada tumba sin saberlo, o sin informarlo a los viajeros.

Por su parte la Towora, con mejor suerte, descansa sobre tierra desde el año 2009 en el lugar costero donde se proyectó alguna vez un parque temático nunca concretado.

 

El rol de Alakush y Towora

 

La Towora rescatada de su destino indigno aguarda se cumplan las promesas oficiales

Ambas embarcaciones fueron construidas por un astillero norteamericano en oportunidad de la 2ª Guerra Mundial y en 1948 –junto a otras 8 unidades- fueron vendidas a la armada argentina como material sobrante.

En 1968 fueron destinadas al área austral como respuesta a la incursión de la lancha rápida Quidora de la armada chilena en aguas de la bahía de Ushuaia. Diez años después cumplirían una importante misión en el marco del Operativo Soberanía: patrullar el sector occidental del canal del Beagle en una suerte de alerta temprana ante la posible incursión de navíos chilenos.

La P-84 Alakush estaba comandada por el Teniente de Navío Julio Vara en tanto que la P-82 Towora se encontraba a cargo del Teniente de Navío Carlos Olveira. Fondeaban en Bahía La Pataia.

Originalmente eran torpederas, pero tras desmontarles los tubos lanzadores se reconfiguraron como patrulleras para los 2 cañones Bofors de 20 mm fueron reemplazados por otros tantos de 40 mm y se le sumaron 4 ametralladoras 12,7 mm (2 por banda).

Arribadas al Área Naval Austral, se sumaron a la P-86 Indómita y P-85 Intrépida dotadas de 1 cañón Otto Melara de 76mm y 2 Breda Bofors de 40 mm cada, y las P-61 Baradero, P-62 Barranqueras, P-63 Clorinda y P-64 Concepción del Uruguay, todas de manufactura israelí y montadas con 2 lanzacohetes múltiples, 4 ametralladoras MGS 12,7 mm y 2 cañones Oerlikon de 20 mm, quedando así conformada la Agrupación Lanchas Rápidas.

Raleadas del servicio activo, como vimos, la Alakush yace en el fondo de la bahía de Ushuaia en tanto que la Towora se salvó de un destino humillante. Había sido donada a una entidad de actividades acuáticas que la transformó en un depósito provocando, lamentablemente, cambios en su estructura original. Aunque aún aguarda la concreción de aquel proyectado parque temático y tal vez, entonces, algún funcionario recuerdo lo que pasó en aquellas latitudes en 1978 y cuál fue el rol que interpretó la embarcación.

 

Los cañones del centro

 


    Los cañones del centro instalados en 1978 para defender la ciudad, hoy chatarra olvidada.

Tampoco se presta demasiada atención a lo que queda de una batería instalada con el objetivo esencial de sumarse al arco protector de la capital fueguina.

La posición contaba originalmente con 4 cañones de 105 mm con un alcance de 17 km. Las piezas estaban unidas entre sí por una red de túneles que en 1997 fueron clausurados por la Armada para evitar accidentes dado que, si bien originalmente la posición estaba fuera de la ciudad, con el correr del tiempo quedó dentro de ella y pasó a ser un lugar de juegos para los niños. Hoy son conocidos, por pocos lugareños, como “los cañones del centro” y allí permanecen, corroídos y cubiertos de grafitis.

 

Argentinos en las trincheras, chilenos en las casas

 

Todo lo antes expuesto es historia. Nada de lo antes expuesto se menciona en los tours que se comercializan en la ciudad capital de Tierra del Fuego. Solo en un par de pasajes de su discurso una joven guía hizo referencia al año 1978, pero desde un enfoque muy personal y sesgado: “Los soldados argentinos iban a comer a las casas de los chilenos que vivían en Ushuaia”.

Es auténtica aquella interacción. En mi caso, pero en la ciudad de Río Gallegos, la familia Álvarez nos había abierto –junto a otros dos soldados- las puertas de su casa de par en par. La señora, empleada en Vialidad santacruceña era hija de chilenos.

Pero no siempre se daba aquel vínculo y en un hecho registrado en cercanías de Ushuaia un soldado integrante de una sección de chaqueños respondió: “Nosotros no podemos ir a ninguna casa porque en Ushuaia los que no son chilenos están achilenados” contó el lugareño Oscar Zanola que los había invitado a comer pan dulce y tomar sidra la noche del 23 de diciembre (después del famoso día D y cuando ya se sabía de la mediación vaticana). El hecho fue recogido en la crónica “La gestión de Antonio Samoré evitó la guerra con Chile”, publicada por el diario La Nación el 22-12-98 y aún disponible en internet.

Pese a casos aislados de interacción con la población civil relacionada a Chile, en general existía cierta tirantés como la reflejada en el caso del chaqueño que rechazó el convite.

El soldado Javier Marega, integrante de la 2ª Sección de la Compañía Alpha del Batallón de Infantería de Marina 1 , durante un reportaje periodístico dio cuenta de que la tropa que integraba tomó a punta de fusiles una planta de YPF. “Sacábamos a los chilenos que vivían ahí en casillas de madera (con techos a dos aguas), eran de 2 x 2 esas casillas recuerdo. Algunos se resistían, pero los apuntábamos y salían, los metían en un camión y creo que los llevaban a la frontera que estaba cerca y ahí se iban, entraban a su país”. Marega se refiere a la Planta Orion de YPF ubicada en la costanera fuegina, próxima a la base y al hospital naval.

 Importancia Ushuaia en el TOS

 Lamentablemente, ha quedado en el olvido que toda Tierra del Fuego constituía un escenario más que importante en el Teatro de Operaciones Sur y por ello allí concentraron la mayor parte de las compañías de Infantería de Marina reforzada con comandos del Ejército.

Por eso se había dispuesto un sistema especial de protección con la artillería, con las piezas antes mencionadas, mas 7 cañones Breda Bofors 40/60 mm para proteger el viejo aeropuerto y la base aeronaval en tanto que otros 3 se ubicaron en Monte Gallinero (hoy, plena ciudad) para, junto con otros 9 cañones similares se cubría la zona de la Planta Orion, la Base y del Hospital. El techo del centro asistencial fue pintado de rojo con un gran círculo blanco encerrando la cruz roja a modo de advertencia a la aviación enemiga para no ser bombardeados. Dicho sea de paso, tal detalle se conserva aún hoy en día.

 Lenox, Picton, Nueva

 Me hubiese gustado visitar, o aproximarme, a las tres islas centrales que motivaron el enfrentamiento entre Argentina y Chile. Entonces pertenecientes a nuestro país, hoy, al trasandino: Lenox, Picton y Nueva.

Pero no fue ni es posible. Al parecer nadie pude siquiera acercarse a sus costas porque Santiago ha emplazado allí una fortaleza militar de envergadura para reafirmar su soberanía (aquella que pedimos en 1984 con un plebiscito) lo que les permite tener presencia en el Atlántico y proyectarse sobre el continente antártico.

Mientras los vecinos reafirman soberanía, los argentinos seguimos perdiendo memoria. Una pena.

jueves, 22 de diciembre de 2022

A 44 AÑOS

PRECISIONES DE LO QUE FUE Y DE LO QUE PUDO SER

 

Si bien existió un día D, precisado para dos jornadas antes de Navidad, el plan diseñado para el “Operativo Soberanía” incluyó varias Horas H.

                     Infantes de Marina de la Armada chilena marchan a tomar posiciones defensivas

 22 de Diciembre de 1978. Como primera actividad, se ordenó a los efectivos del Batallón de Ingenieros en Construcciones 121 (Santo Tomé-Santa Fe), acantonados en la Sociedad Rural de Río Gallegos, juntar los efectos personales, ordenar y limpiar el lugar. La excusa. Un general pasaría revista en las próximas horas.

A media mañana, las compañías que se encontraban en el lugar subieron a pie por Avenida San Martín en la capital santacruceña e ingresaron a las instalaciones del Batallón de Ingenieros de Combate 181. Allí tuvo lugar la formación más numerosa registrada en el V Cuerpo de Ejército y fue encabezada por su comandante (y comandante del Teatro de Operaciones Sur – T.O.S.) el General José Antonio Vaquero secundado por su Estado Mayor y jefatura de las unidades presentes.

Su arenga fue breve, clara y contundente. En las próximas horas se entraría en combate.

En esa oportunidad, parafraseó al General George Patton, adaptando las palabras a la circunstancia imperante: “¡¡¡Si Dios los llama a la gloria, solo les pido que antes de caer en combate maten a 7 chilenos… porque con esa proporción, los barremos del mapa!!!”. Una ecuación simple, para momentos tan complejos.

Su reclamo fue, como cierre seguido por otro al que la tropa estaba más acostumbrado: “¡¡¡Agrupación…?! ¡Subordinación y Valor!!!!”, rematado por el “¡¡¡Para defender a la Patria!!!” vociferado por soldados, suboficiales y oficiales.

Eso vino a ser el prólogo de lo que parecía avecinarse.

No lo sabíamos, pero el Día D y la Hora H habían sido precisadas e informadas a los comandantes de las fuerzas terrestre, aérea y naval.

Creo que tampoco lo interpretamos en su magnitud, pero Vaquero nos estaba despidiendo antes de que marcháramos a las posiciones preestablecidas para la articulación de la batalla.

No se ha desclasificado información al respecto, si es que ella ha sobrevivido al paso del tiempo y los cambios políticos, por lo que aquel Día D queda precisado por hechos concretos como el antes expuesto y por los desplazamientos que fueron realizando distintas unidades del Ejército y la Armada.

El Día D fue el 22 de diciembre de 1978. En cuanto a la Hora H, debemos echar mano a un trabajo realizado por el Capitán de Navío (r.) Alberto Gianola Otamendi, de la armada argentina, titulado “TIERRA, FUEGO Y AGUA. La isla de Tierra del Fuego y el canal Beagle durante el conflicto de 1978. Preludios de guerra” publicado en el Boletín del Centro Naval, N° 837, Septiembre /Diciembre, del año 2013 e incluso considerando la remisión que hace información aportada por el Capitán de Navío (r.) Ricardo Hermelo, quien fuera Comandante de la Agrupación Lanchas Rápidas en 1978.

Con estos, y otros elementos de cotejo, podemos indicar que la Hora H fue precisada a las 2.000 (20:00hs.) con inicio en el mar. Según Gianola Otamendi, a esa hora la Infantería de Marina intentaría ocupar en una primera acción las islas Walleston y Hornos, para luego hacer lo propio sobre las centrales del conflicto: Lenox, Picton y Nueva.

Como toda Hora H tiene sus complementos, en más y en menos, a la H+2 (es decir, a las 2.200 o 22:00 hs) desde las provincias de Santa Cruz y Tierra del Fuego (partes integrantes del T.O.S.) comenzaría el avance de unidades de Ejército (integradas con infantes de marina) con la misión de traspasar la frontera y marchar para capturar Puerto Natales y Punta Arenas.

A la H+8 (a las 4.000 o 04:00 hs del 23 de diciembre) la Fuerza Aérea despegaría sus aviones para realizar bombardeos estratégicos.

En esta etapa entraría en acción el Teatro de Operaciones Nor Oeste (T.O.N.O.) al mando del comandante del III Cuerpo de Ejército, General Luciano Benjamín Menéndez penetrando territorio trasandino por el paso Puyehue (a la altura de Villa La Angostura) y el paso Libertadores (hoy, Cristo Redentor, que lleva a la comuna chilena de Los Andes). El objetivo: La primer de las columnas tomar Santiago y Valparaíso para cortar el país al medio y evitar el aprovisionamiento de las tropas sureñas. La restante, redireccionándose hacia el sur, tomar Osorno y Puerto Montt.

Por su parte, la Armada a través de su aviación embarcada en el 25 de Mayo y los distintos buques que completaban la escuadra en uno de los grupos de acción, intentarían bombardear y tomar Puerto Williams, en tanto el otro grupo debería neutralizar a la armada chilena.

Pero como toda acción principal o central debe ser preparada, existen las horas en menos, contadas a partir de aquella inicial Hora H.

Esto implica la entrada previa en acción de comandos y observadores adelantados que prestarán un imprescindible servicio a las piezas de artillería de campaña.

Es por esto que Gianola Oamndi da cuenta que, conforme a la planificación y órdenes recibidas, a la H-2 (a las 1.800 o 18:00 hs del día 22) la Infantería de Marina intentaría avanzar sobre islas e islotes menores del canal, como Freycenet, Hershell y Deceit.

Es posible que esta acción, o al menos parte de ella hubiere sido abortada sobre la marcha atento a que la mayoría de las islas estaban ocupadas por la Infantería de Marina chilena prácticamente desde septiembre de 1978. Y con ello, habían minado y colocado obstáculos en todas las playas.

En cuanto a la desactivación de la orden de ataque, no hay demasiadas precisiones. Alguna fuente indica que fue impartida a las 2.200 (22:00 hs.) del mismo 22 de diciembre y que muchas unidades, secciones y pelotones la recibieron mucho después atento a que se había impuesto un estricto silencio de radio que solo podía ser quebrado por vía de más que justificada excepción.

En la Armada, una vez que se recibió la orden de avanzar y atacar se complementó la misma con la decisión de que solo se rompería aquel silencio radial si surgía una contraorden. Para ello no se utilizarían frecuencias especiales ni código ni cifrados sino que se lo haría a través de una frase clave.

Siguiendo a Gianola Otamendi, el Capitán de Navío (r.) Hermelo habría dado cuenta que aquella frase clave adoptada por la Armada fue: “No puedo proveerles víveres”, que habría sido recibida en la Agrupación Lanchas Rápidas a las 0015 del día 23 de diciembre. 

domingo, 6 de noviembre de 2022

ANSIEDAD DE COMBATE Y UN MISMO DESEO

 UN PATRÓN COMÚN A UN LADO Y OTRO DE LA FRONTERA

 Mucho se ha investigado y escrito sobre el llamado shock postraumático como secuela de un estado de guerra, pero poco se ha hecho sobre lo que cierto sector de la psicología y psiquiatría define la situación generada antes y durante el hecho crítico.

 Cuando los apuntes iniciales comenzaron a dar forma al libro “Hubo penas y olvidos” tuvimos la oportunidad de tomar contacto con soldados, suboficiales y oficiales tanto de las fuerzas argentinas como chilenas lo cual nos permitió encontrar muchísimos puntos en común en cuanto a sensaciones y sentimientos. Pero en esta oportunidad solo nos detendremos en uno.

Tomamos para entonces un trabajo elaborado por el psicólogo Alberto Levy y que fuera publicado, entre otros medios, en “La Revista”, edición N° 555, año 2004, editada por la Escuela Superior de Guerra del Ejército Argentino bajo el título, literal, de “Ansiedad de Combate” y cuyo contenido forma parte del libro “Liderazgo y ansiedad de combate” también editado por dicha institución bajo la firma del mismo autor.

Citando a Janoff-Bulman y Frieze, Levy puntualiza que “la guerra pone en crisis el bagaje cognitivo del sujeto” y genera una situación que excede al propio concepto de estrés. Así en tanto para la Organización Mundial de la Salud éste es “el conjunto de reacciones fisiológicas que preparan al organismo para la acción”, la ansiedad de combate “se corresponde con un nivel de estrés que excede ampliamente los límites habituales de ese estado de aprestamiento” ya que El trastorno puede producirse luego de un instante o de un largo proceso de exposición a una experiencia traumática. Su origen se vincula con el conflicto básico que se desarrolla en el soldado entre la preservación de la vida (propia o ajena) y el horror a la muerte (del sujeto, su compañero o su contrincante)”. Y más adelante el autor destaca que “La situación de guerra impone un importante costo emocional y físico que no todos los soldados están en condiciones de afrontar”.

En los contactos personales, telefónicos o por correo electrónico que pudimos concretar cuándo redactábamos el libro, no fueron pocos los que manifestaron que durante la participación en los operativos -tanto del lado argentino como del chileno- tuvieron un firme deseo de que se desataran las acciones bélicas. Algunos conservan ese sentimiento con culpa y hasta cierta vergüenza, en tanto otros lo atribuyen a “locuras juveniles”.

En realidad, este estado de ánimo podría responder a dos cuestiones: 1) el suministro encubierto de anfetaminas (cuestión que abordamos en detalle en el libro), y 2) a la ansiedad de combate. Al estar preparado para algo que nunca termina de llegar.

En ese contexto emocional se ubican dos testimonios que fueran publicados en un medio del país trasandino.

Se trata de una entrevista a dos participantes en la movilización de su país en 1978. Uno como suboficial y el otro como soldado raso.


Cabo 1° Rodolfo Guajardo, Infantería de Marina de Chile.

El Cabo 1° Rodolfo Guajardo formaba parte de la Infantería de Marina y en tal carácter fue embarcado hacia Isla Nueva entre agosto y septiembre de aquel año (recordemos que Chile inicio ante su desplazamiento de tropas y ocupó las tres islas principales amparándose en el laudo británico).

Su comandante le pidió socarronamente a Guajardo que tuviera el uniforme bien planchado y se aprestara “para desfilar en Buenos Aires” porque la guerra sería un mero trámite para las tropas chilenas.

Pero antes de “tomar” la capital argentina, el suboficial fue posicionado en una de las islas principales (ubicada al Este de Picton y Lennox), con una extensión de 17 kms por un ancho de 11 kms. Cuyas costas fueron cubiertas por minas antipersonales y antiblindados, alambres de púa y diversos obstáculos para frenar a los vehículos anfibios de la Infantería de Marina argentina.

Guajardo había recibido una orden clara de sus superiores: defender la posición, no hasta la última bala, sino hasta el último hombre. Para esto, llevaba bien a punto el doble filo del famoso cuchillo corvo de los infantes trasandinos.

Sin recordar bien la hora, el 22 de diciembre le llegó la contraorden: mediará el Vaticano y no habrá acción bélica. “Bueno, nos quedamos con las ganas” pensó el Cabo 1°. Durante su repliegue le envió a su padre de Cochrane una foto suya con una dedicatoria en el reverso: “Papá, una vez más me quedo con el patriotismo oprimido en el pecho sin poder agarrarnos con los 'che'. Con todo cariño tu hijo, Pollo”.


Soldado chileno Gerardo Marchant.

Por su parte, Gerardo Marchant fue incorporado como soldado raso al Regimiento de Artillería Antiaérea, en Colina, al norte en la región metropolitana de Santiago. No fue desplazado hacia el sur ni hacia el norte. Le asignaron la misión de proteger antenas de comunicaciones.

El entrevistado no pudo precisar la fecha, pero seguramente ocurrió el 22 de diciembre o muy pocos días antes, a las 3 de la mañana sonó la alarma antiaérea provocando un gran revuelo en la posición. Todos corriendo a sus puestos, a cargar cañones, ametralladoras y a fijar la vista en el cielo oscuro para tratar de divisar los blancos. Pero luego se dio una contraorden. Esa situación pudo haber sido consecuencia de las acciones de distracción llevadas adelante por la Fuerza Aérea Argentina.

Marchant contó durante la entrevista que “Lo único que queríamos es que hubiera guerra” y que cuando les llegó la comunicación indicando que el cardenal Samoré y otros dos purpurados habían sido comisionados por Juan Pablo II para intermediar dijo que tanto él como sus camaradas de posición se sintieron muy, pero muy decepcionados.

Del lado argentino, un soldado de defensa antiaérea nos comentó que “Asomaba la cabeza desde la carpa y ya era como que quería salir a matar” en tanto que otro, integrante de la X Brigada de Infantería Mecanizada dijo, en relación al Día D: “Esa noche casi no dormimos, había mucha tensión entre los oficiales y mucha excitación bélica entre los pendejos, que éramos nosotros”.

 

 

 

sábado, 5 de noviembre de 2022

AUGUSTO JOSE VIDAL

 

Semblanza para un Jefe en los recuerdos del ´78

 Como Teniente Coronel del arma de ingenieros fue comandante del BIC 121. Con el grado de General de Brigada tuvo un rol fundamental en la historia política de nuestro país tras el advenimiento de la democracia, aunque poco y nada se dice al respecto.

 



Teniente Coronel Augusto José Vidal, al dejar la jefatura del 
Batallón de Ingenieros en Construcciones 121 en el año 1979.


 Lo conocí a principios del “año del mundial” y a poco de haber sido incorporado al Batallón de Ingenieros en Construcciones 121 en la ciudad de Santo Tomé, provincia de Santa Fe (hoy, Batallón de Ingenieros 1 Cnel. Czetz). Con el grado de Teniente Coronel era su jefe, secundado por los mayores Julio Molinas (II Jefe) y García (J. Operaciones).

 

I Acto

 

Entre las muchas anécdotas que seleccionamos para el libro “Hubo penas y olvidos – la Guerra por el Canal del Beagle, islas e islotes adyacentes”, hay una que lo tiene como protagonista. Faltaban pocas semanas para que la unidad comenzara su desplazamiento hacia el sur del país y la comandancia del batallón dispuso realizar una revista de tropa y equipamiento. En esa situación los efectivos del Batallón formaron en secciones conforme al Rol de Combate y Vidal -eguido de Molinas y García- fue recorriendo cada una de ellas y preguntando función y manejo de armas e instrumental.

Había un dragoneante que portaba una pistola lanza cohetes y el Teniente Coronel le preguntó que arma portaba:

“Luego de pensarlo durante unos interminables segundos respondió a viva voz “¡Es una bazuca mi teniente coronel!” sorteando así el aspirante a cabo de reserva exitosamente la primera de las preguntas. Pero no ocurrió lo mismo con la siguiente.

“¿Sabe utilizarla dragoneante?”, preguntó el teniente coronel, también en voz alta.

Ya los segundos se transformaron en minutos. La reiteración de la pregunta fue un fuerte grito que pareció retumbar en cada rincón del extenso cuartel y aceleró la transpiración en la frente del interrogado.

“¡No, mi teniente coronel!”, respondió el joven.

Pasó el oficial a la sección siguiente meneando su cabeza y encaró a un sargento primero que tenía con ambas manos una escala como las que utilizan arquitectos e ingenieros junto al teodolito. 

“¿Que sección integra sargento primero?”, quiso saber el jefe.

“¡La sección mediciones mi teniente coronel!”, respondió de inmediato el suboficial, también en voz alta.

“¿Y que tiene que medir sargento primero?”, volvió a la carga el interrogador. Silencio.

“¡Qué es lo que tiene que medir, carajo!”, se impacientó el oficial jefe.

“¡Lo que ud. me ordene mi teniente coronel!” fue la respuesta que terminó desatando la ira del mandamás de la unidad.

“¡¿Y si su teniente coronel le pide que mida un sorete ud mide un sorete sargento primero?!” vociferó.

Breve pausa y el “¡Sí, mi teniente coronel!” motivó un murmullo de risas que se apagó de inmediato cuando el comandante del batallón convocó a todos los jefes de compañías y secciones al centro de la formación para reprocharles a viva voz lo que estaba ocurriendo.

“¡¡¡Los jefes de sección conmigo carrera march!!!” vociferó Vidal mientras los oficiales y suboficiales a cargo salían disparados a su encuentro. Nos íbamos a la guerra y parecía que nadie sabía muy bien qué era lo que tenía que hacer. Mal comienzo.

No logré entender lo que el teniente coronel les indicaba a viva voz a sus subordinados de todas las jerarquías pero sus brazos y manos trazaban en el aire firuletes desalentadores”.

 

Se fue de pase a comienzos de 1979, poco tiempo después de lograr mi baja, anticipada como licencia especial, en febrero de ese año. Es que en las tres fuerzas armadas los traslados se vieron demorados por la masiva movilización que había comenzado en octubre de 1978, cesó parcialmente en enero del año siguiente y se mantuvo hasta junio de 1979.

Su traslado y mi baja no impidieron que volviera a saber de él; aunque no lo fue en lo inmediato.

 

II Acto

 

En junio de 1982, pocos días antes de la capitulación de Malvinas, el jefe de redacción del diario para el cual trabajaba (El Federal) me encomendó “cubrir una nota en uno de los cuarteles de Santo Tomé”.

Sin saberlo, en esta pequeña historia me vincularía -aunque fuera fugazmente- con dos personas de marcado rol en la entonces vida democrática incipiente. Quien me ordenaba cubrir periodísticamente era César Jaroslavsky, un año después, ladero de Raúl Alfonsín y -como vocero parlamentario- el “autito chocador” del radicalismo en la Cámara de Diputados de la Nación. Jaroslavsky estaba siempre dispuesto a defender a capa y espada a su amigo personal Alfonsí, aún antes de su elección como presidente de la Nación.

En el otro extremo de mis circunstancias estaba, precisamente Vidal, pero debo admitir que el encuentro fue tan silencioso como sorpresivo. Era la primera vez que volvía al cuartel desde mi baja y –por los tiempos y hechos que transcurrían- lo encontré sumergido en un silencio sepulcral y casi desierto. No se vía tropa ni mandos por sus calles como era habitual en aquel 1978.

En medio de un gran despliegue periodístico, incluyendo un móvil de la entonces ATC (Argentina Televisora Color), llegó una columna de automóviles de la cual descendió el General de División Cristino Nicolaides, comandante en Jefe del Ejército.

La comitiva militar, encabezada por el comandante, se dirigió a paso raudo desde el frente del edificio de Mayoría, cruzando la plaza de armas, hasta el micro cine que funcionaba al lado del casino de soldados.

Detrás de Nicolaides pasó a mi lado Vidal. No me vio y no sé por qué no le salí al cruce. Solo pude ver su jineta de Coronel. Era el secretario del comandante en Jefe.

 

III Acto

 

Tras ese encuentro fugaz no volví a saber de él hasta 1987, con el inicio de los levantamientos “carapintadas” encabezados por el entonces Teniente Coronel Aldo Rico y luego por el Coronel Mohamed Alí Seineldín.

Para entonces trabajaba como secretario de redacción en el servicio de noticias de LRA 14 Radio Nacional Santa Fe.

Para comienzos de aquel año, Vidal había alcanzado el grado de General de Brigada -y el cargo de Segundo Comandante de Institutos Militares- aunque no recibió el reconocimiento merecido jugó un rol más que importante en la primera sublevación lo cual permitió que en nuestra historia se diera aquello de “Argentinos… ¡¡¡felices pascuas!!!” vociferado por Alfonsín desde el balcón de la Casa Rosada.

En Semana Santa de 1987 Rico abandona su mando natural en una unidad de Misiones y aparece en Campo de Mayo. La asonada está en marcha y comienzan a adherirla varias unidades del Ejército diseminadas por el país. Fueron 4 días de adrenalina pura.

El domingo, cuando todo parecía perdido y –según se dice- se había preparado un avión de evacuación para Alfonsín y parte de su comitiva, el presidente de la Nación le pidió a la muchedumbre nucleada en Plaza de Mayo que lo aguardara y abandonó el famoso balcón.

Y es allí, desde el anonimato, que había entrado en acción el General de Brigada Vidal. Acompañó a Alfonsín hasta Campo de Mayo y fue garante de la vida, integridad física y libertad ambulatoria del presidente.

Ya en pleno vuelo del helicóptero que transportaba a Alfonsín y un reducido grupo de colaboradores, Vidal convenció al presidente que no descendiera en la Escuela de Infantería (bajo pleno control carapintada) sino que se dirigieran al Comando de Institutos Militares (bajo control del propio Vidal). Y así lo hicieron.

Durante una entrevista dada en abril de 2022 al diario La Nación, Aldo Rico aseguró que nunca le entregó a Alfonsín una lista con candidatos de su preferencia para hacerse cargo de la fuerza, tal como lo aseguraba el entonces Ministro de Defensa Horacio Jaunarena.  

“Jaunarena no estaba ahí. No, Alfonsín me pregunta a quién nombro. Yo le dije: ´Presidente, esa es una responsabilidad suya´. ´¿Pero usted qué dice?´, insistió. Le dije textualmente: ´Échelos a todos, nombre al más moderno´. ´¿Quién es?´, me pregunta. ´El general Vidal, le digo, está ahí en la puerta´”.

Y en efecto, Vidal permaneció afuera del recinto para evitar cualquier desmadre de la situación.

En ese contexto el diario El País de España, daba cuenta en su edición del 20 de abril de 1987 que el General de Brigada Vidal podría ser el nuevo comandante en Jefe, anticipando que para ello debían pasar a retiro entre 13 y 15 generales.

Si bien la purga generalizada se consumó, Vidal no fue designado por Alfonsín y también fue pasado a retiro.

El citado diario El País, en su edición del 23 de abril de 1987 publicó: “Vidal es la mayor pérdida para la democracia: se trata del general más solvente, intelectual y comprometido con las exigencias y necesidades de la democracia argentina. (…) que se sacrificó para que Alfonsín lograra la rendición incondicional de Aldo Rico en Campo de Mayo aconsejándole (Alfonsín quería ir directamente a la sublevada Escuela de Infantería) y amparándolo en todo momento”.

El General de Brigada (r.) Augusto José Vidal falleció el 1° de Julio de 2007.


miércoles, 19 de octubre de 2022

BATALLÓN DE PROTECCIÓN 122

 

Un rol más que importante en la Reserva Estratégica

 En este blog, en otra oportunidad, ya nos hemos ocupado de este tipo de unidades (ver “El error conceptual de algunos soldados reservistas”, 19 de mayo de 2018) e insistimos en ello atento a varias conversaciones que hemos mantenido con quienes las integraron. Haber sido parte de las tropas diseminadas por el área de Seguridad Estratégica del Noreste (S.E.N.E.) no resultó una cuestión menor ni insignificante en el marco de las acciones previstas en la Operación Soberanía.



Quizás fue uno de los últimos actos formales y públicos que se desarrollaron en la vieja sede del Liceo Militar “General Manuel Belgrano” antes de abandonar aquellas instalaciones -inauguradas en 1948- de Avenida Blas Parera al 8200 en la capital santafecina, para emplazarse en un nuevo destino.

Los rumores de cambios comenzaron a sonar a principios de 1978 y fue confirmado en septiembre de ese año por las autoridades nacionales: Se concretaría un enroque edilicio con el Instituto Nacional de Lucha contra la Tuberculosis / Hospital Sayago (emplazado sobre la ruta 11 en jurisdicción de la localidad de Recreo). Se había planificado concretar las mudanzas antes de que terminara “el año del mundial”, pero la realidad política internacional preparó otra agenda y la mudanza se postergó hasta principio de 1979.

Y el 14 de febrero de éste último año tuvo lugar en la plaza de armas el acto de entrega de la bandera oficial de ceremonias del denominado “Batallón de Protección 122”, encabezado por el segundo comandante del II Cuerpo de Ejército General Luciano Jáuregui y el jefe interino de la Guarnición Militar Santa Fe (y director del liceo) Coronel José María Frutos.

La unidad en cuestión había sido creada por el Decreto S 3044 (de carácter reservado y recién desclasificado en el año 2017) para cubrir lo que técnicamente se denominó área de Seguridad Estratégica del Nor Este (SENE) que comprendía las provincias de Misiones, Formosa, Chaco, Santa Fe, Corrientes y Entre Ríos.

La unidad fue conformada por soldados rasos de las clases 1952, 1953, 1954, 1955 y 1958 reincorporados al servicio activo, algunos de los cuales lo hicieron con el grado de Cabo en comisión (ex Dragoneantes) y Subteniente en comisión (ex Aspirantes a Oficial de Reserva - A.O.R.). Se sumaron los egresados del propio Liceo Militar como subtenientes en comisión (del arma de infantería), suboficiales y oficiales que ya habían pasado a retiro, integrantes de bandas de música y personal de servicio (cocineros, talabarteros, carpinteros, administrativos, etc.). Dentro la oficialidad reservista algunos fueron incorporados como tenientes o teniente primeros dependiendo de los cursos que hubieren hecho y aprobado. Si bien algunos pocos portaron el clásico Fusil Automático Liviano (FAL), en su mayoría la tropa fue dotada de fusiles Máuser modelo 1909 (que habían sido retirados del servicio en 1960), pistolas ametralladoras PAM 2 y pistolas Ballester Molina, todo de fabricación nacional. Al frente del batallón fue designado el Teniente Coronel Enrique Gómez Saa.

Otra unidad de similares características se creó en Campo de Mayo e identificada como “Batallón de Protección 101”, aglutinando a solados reincorporados en similar situación a los anteriores, más egresados del “Liceo Militar General San Martín”.

Esta unidad llegó a contar con algo más de 1.000 efectivos que fueron equipados con fusiles Mauser, pistolas Ballester Molina 11.25, ametralladoras Madsen calibre 7.62 mm (de la 2ª guerra mundial), morteros Brandt de 81mm y cañones Oerlikon de 20mm. Su misión principal –que no llegó a concretar en plenitud- era cubrir el Sud-Oeste de la provincia de Buenos Aires para dar seguridad general y para neutralizar la acción de comandos enemigos que pudieran haber penetrado nuestro territorio.

Mientras el grueso del Batallón 101 permaneció en Campo de Mayo, llegando a desplazar algunas secciones hacia el sudoeste de la provincia de Buenos Aires con la misión de detectar -llegado el caso- comandos y observadores adelantados del ejército chileno, los componentes del Batallón 122 fueron distribuidos a lo largo de la frontera con Brasil.

El por qué se utilizó allí a la reserva y el por qué no se denominó técnicamente a la región comprendida por el área de la S.E.N.E. como teatro de operaciones, pese al desplazamiento de tropas y armamentos, tiene su explicación y fundamentos desde la técnica militar, las normas del derecho internacional de guerra y la diplomacia.

Porque por imperio de las leyes 16.790/68 y 17.649/68 hubiere significado una declaración de guerra de hecho a la República Federativa del Brasil. Y los vecinos del Este ya habían adelantado algunas unidades con gran poder de fuego hacia las márgenes de los ríos Iguazú y Uruguay, disponiéndolas desde Foz do Iguazú (frente a Puerto Iguazú) a Barra do Quaraí (frente a Monte Caseros).

Y esto último queda corroborado con anécdotas como la contada por un entonces joven subteniente en comisión, asignado al Batallón de Protección 122, apostado en la frontera Este de Misiones, que durante el día realizaban interminables patrullajes por la zona selvática agobiados por el calor, los mosquitos y el agua racionada. Y por las noches les resultaba muy difícil conciliar el sueño para reponer energías porque a la caída del sol la artillería brasilera comenzaba con rondas de disparos en su propio territorio bajo el pretexto de meros ejercicios o maniobras ordinarias. Las explosiones se mantenían casi hasta el amanecer y tenían un múltiple propósito, entre estos, marca presencia y anunciar una clara predisposición para el combate, además de crispar los nervios de las tropas destinatarias de aquel mensaje.

El 26 de enero de 1979 mediante el Decreto S 200, al igual que los teatros de operaciones, el Área de Seguridad del Nor Este (S.E.N.E. / Zona de Protección), había sido desarticulada para dar muestras al Vaticano de la predisposición argentina para que las negociaciones que iniciaba el cardenal Antonio Samoré arribaran a buen puerto. Pero esta desactivación no fue óbice para el tipo de ceremonias que pretendemos rescatar del olvido.

Otras unidades, creadas especialmente para participar del ORBAT (Orden de Batalla) también recibieron sus estandartes después de aquel decreto, como el caso del Batallón Logístico 2 Movilizado al que se le hizo entrega de la enseña nacional el 30 de enero de 1979. Este batallón, creado el 18 de diciembre de 1978, estaba integrado por la Compañía de Arsenales 2 (Paraná), Compañía de Sanidad (derivada desde el Hospital Militar de Paraná), Compañía de Transporte Movilizada y la Sección de Intendencia 2 (desprendida del Comando de la II Brigada de Caballería Blindada).

En el contexto del plan de acciones desarrollado por el alto mando argentino los batallones de protección hicieron un real aporte al igual que las unidades asignadas como Reserva Estratégica. Tal los casos de la II Brigada de Caballería Blindada que se apostó al sur de la provincia de Buenos y Este de La Pampa con algunas secciones adelantadas hacia el Oeste, y el Regimiento de Infantería Aerotransportada 14 que permaneció en su territorio natural (provincia de Córdoba). Ambas unidades actuarían en conjunto en caso de que las tropas chilenas lograran contraatacar en su punto medio fronterizo para comenzar un avance hacia la ciudad de Bahía Blanca.