sábado, 28 de enero de 2017

A SEGUNDOS DE “LOS FUEGOS ARTIFICIALES”

UNA DE LAS ÚLTIMAS INCURSIONES CHILENAS EN TERRITORIO ARGENTINO

Si bien las intromisiones en estado operativo continuaron sucediéndose después de la noche del 22 de diciembre ésta habría sido la última en la cual las tropas recibieron instrucciones precisas de iniciar el ataque.




La foto podría pertenecer al Destacamento de Fusileros 413 creado en 1978 y acantonado en Punta Arenas, avanzando hacia la alambrada limítrofe en un entrenamiento intimidatorio. Quien tomó la gráfica debió cruzar a territorio argentino.


El relato de un entonces joven oficial brinda detalles de lo que fue la noche del 22 de diciembre de 1978 para los comandos trasandinos.
Reproducimos a continuación la crónica subida al sitio web http://conflictodelbeagle.blogspot.com.ar por quien no se identifica pero entre líneas y por el tenor del relato se trataría de un teniente que estaba al frente de una sección de comandos integrada por 35 elementos entre oficiales y suboficiales.
Tampoco se precisa la ubicación geográfica pero evidentemente los hechos transcurrieron en el Teatros de Operaciones Norte (T.O.N.) para el OR.BAT (Orden de Batalla) chileno dado que da cuenta de “la frontera tripartita”.
Solo hemos efectuado correcciones sobre errores tipográficos y ortográficos para respetar la esencia del testimonio.

- Bajen rápidamente, el Comandante los quiere ver en su oficina. Parece que paso alguna cagada.....

Saltamos con Edgardo de nuestros camarotes, atravesamos corriendo la cuadra y nos descolgamos corriendo colina abajo por el sendero que desembocaba en la Comandancia de nuestra Unidad.
Nuestro Cuartel era una instalación secreta, ubicada en la cordillera de los Andes, a muy corta distancia de la frontera tripartita y que albergaba a nuestra Unidad y a una sección de cohetes teledirigidos alambricos.
 - Permiso para pasar mi Comandante. .
- Adelante y tomen asiento. Lo que les voy a decir es grave y necesito que se juramenten conmigo a guardar confidencialidad absoluta de lo que les voy a ordenar, hasta que no estén en dirección a su zona de operaciones.
- Usted nos conoce mi Comandante. Puede confiar en nuestra discreción.
- Hemos recibido información de la División respecto al tema de los argentinos. Aparentemente, la Escuadra Argentina navega en dirección a nuestro mar jurisdiccional, se han detectado fuertes concentraciones de tropas cerca de nuestra frontera, están reuniendo aviones en Salta, Córdoba, Mendoza y otras ciudades del Sur y se espera que esta noche o a mas tardar mañana, se inicie el conflicto…

Con Edgardo nos miramos serios, entendiendo claramente lo que eso significaba para nuestra Unidad de Comandos.

- Los equipos SAPO -continuó mi Comandante- detectaron además movimientos de tropas argentinas en la frontera de nuestra jurisdicción. Aparentemente los argentinos se quieren descolgar y avanzar con una unidad mecanizada e Infantería hasta Santiago de Chile y meter una columna hasta la Central Hidroeléctrica más próxima. Por el momento Mendoza no es una preocupación, pero si llegan a Santiago, van a tomar control de la energía eléctrica que alimenta la capital, además de otros sectores.
- Donde nos quiere mi Comandante? - pregunté

- Lo que les voy a pedir, es peligroso y es posible que ninguno de ustedes vuelva. La información que tenemos es la siguiente… Unidades de soldados argentinos y algunos blindados se están concentrando a dos kilómetros al otro lado de la frontera, a unos 40 metros del camino Internacional. Necesito que tu Unidad se infiltre a partir de las 6 de la tarde y si no reciben contraorden por la BLU a las 23:00 de hoy, (eran las 08:30 a.m.) quiero que ataquen con misiles LOW a los argentinos, y les hagan mierda los blindados y los camiones cisterna con combustible. Posteriormente, quiero que den de baja a la mayor cantidad de soldados que puedan y después, evacuen la zona de operaciones.
- No hay problema mi Comandante. Puede contar con nuestra Unidad. Vamos a necesitar eso sí una Sección de Infantería para que nos preste apoyo en este lado. Seguramente la evacuación va a estar complicada ya que vamos a venir arrastrando heridos y nos van a dar con todo…
- No se preocupe. Lo voy a apoyar con todo lo que tengo. Preocúpese exclusivamente de equiparse con todo lo que necesite y nos juntamos a las 15:00 a hacer la revisión de cartas y afinar los últimos detalles.
-  A su orden mi Comandante… ¡Permiso para retirarnos!

Nos levantamos, saludamos y nos retiramos. Una vez que atravesamos la puerta, partimos a la carrera hacia nuestra cuadra.


- Llamá a formar a toda la Unidad Edgardo. En dos minutos, Apúrate... ¡corre más rápido!.

A Edgardo casi no se le veían los pies. Volaba por el sendero en subida en dirección a la cuadra. Me quede en la explanada a un costado de nuestro alojamiento, esperando la salida de los Comandos y escuchando los gritos de Edgardo:  ¡¡¡salir a formar mierda!!!.... ¡¡¡muevan el culo!!! .. ¡¡¡raaaaapidooo!!!....

Una patada abrió la puerta y en tropel empezaron a salir como gatos los miembros de mi Unidad de Infiltración.


- ¡¡¡Formar mierda!!! ... ¡¡¡no los veo formados!!!... ¡¡¡vistaaaal!!!..... ¡¡¡vistaaal freeennnn!!!"...

En dos minutos Edgardo tenía a mis 34 viejos formados. Todos comandos.


- El Comandante de la Unidad nos acaba de citar a su oficina, nos hizo un resumen del estado de alistamiento en el cual se encuentran las Fuerzas Armadas en todo el país consecuencia de los movimientos de tropas de los vecinos y nos ha entregado una misión que deberemos cumplir, haciendo uso de todas las técnicas atingentes a nuestra especialidad. ¡Vamos a tener la oportunidad de demostrar porque somos las mejores tropas del Ejército y porque nos pagan los mejores sueldos!... Cada Jefe de Agrupación se va a preocupar de que su personal se equipe con armamento completo, Fusil SIG, 8 cargadores, 500 tiros, pistola Beretta 9mm., 1 corvo atacameño, 1 puñal de combate, 4 granadas de mano, 1 cohete LOW, 2 raciones, 2 cantimploras y linterna.... adicionalmente, cada agrupación llevara cargas explosivas APD cónicas de 1/4 y 1/2 kilo, 2 visores nocturnos y 1 radio BLU… ¡Esta va a ser nuestra noche Comandos!… ¡¡¡La Patria o la Tumba!!!…. Inspección de Equipo en una hora. ¡Cada Jefe de Agrupación retire a su personal!…


Me dirigí con Edgardo a la cuadra, sacamos nuestros arneses, ropa de abrigo, saco de alistamiento, mochila de combate y morral de cintura y nos dirigimos a material de guerra a retirar armamento.

En el camino nos encontramos con el Teniente de la Sección de Infantería que nos iba a cubrir durante la retirada, cuando nos estuviésemos aproximando de vuelta a nuestra frontera.
 - Mi Teniente ¿qué cresta pasa? me llamó mi Comandante y me pidió que me coordinase con usted y que le prestase toda la colaboración que usted pidiese…
-  Así es Teniente, síganos y conversaremos en el camino.

El Teniente (menos antiguo que yo), se nos pego al lado y emparejando su paso a mi tranco, se dispuso a escuchar.

- Esta la cagada Teniente… el asunto se viene en serio y nos están movilizando a una misión que todavía no le puedo comentar. Lo que sí le voy a pedir, es que prepare a su sección para cubrirnos con suficiente poder de fuego, así que retire armamento completo y consígase unas 6 F.A. Reihnmetal, suficiente munición y todo lo necesario para sostener una posición y colaborar en el retiro de posibles heridos. Muévase con su personal, no les cuente mucho… sólo dígales que esta huevada es en serio… aliméntelos bien y nos juntamos al costado del rancho en dos horas.

- ¡A su orden mi Teniente!, Me voy volando.

A esa hora el Cuartel entero ya estaba convulsionado. Todos se movían como en un tablero de ajedrez.

Llegamos a Material de Guerra, nos aseguramos que se estuviesen cumpliendo mis órdenes y nos dedicamos a retirar el armamento necesario. Me instale los porta-granadas en la pierna izquierda, me puse a armar las POI, les instale el multiplicador, les deslice el espiral ofensivo, las metí en la funda y me instale en mi arnés los cilindros con los detonadores.
Retiramos munición, armamos los cargadores con una trazadora cada 5 tiros y nos empezamos a cargar el cuerpo con todos los elementos necesarios. Se iba llenado la mochila de combate y el morral de cintura.
A la hora exacta el personal ya estaba listo para la Inspección. Todo estaba perfecto. Los viejos eran profesionales y sabían exactamente lo que debían llevar, donde y como.


- Señores... van a tener una hora para ir al baño, escribir cartas y nos vamos a juntar en el rancho para un buen almuerzo. Edgardo ¡retíralos!


Nos fuimos con Edgardo a la cuadra, nos sentamos y cada uno por su lado empezó a escribir una carta, la cual dejaríamos encargada "por si acaso".

Una vez terminado esto, una ducha, una visita al baño y ya estábamos listos para bajar a almorzar.
Al entrar al Rancho sentimos el ¡¡¡PEERSONAAL... ALTO!!!!... “

- En descanso... Que el personal coma todo lo que quiera y tome la mayor cantidad de líquido que pueda.

Nos sentamos con Edgardo y por ser este un almuerzo especial, almorzamos con todo el personal. Nadie bromeaba, todos estaban "anormalmente" silenciosos.

A las hora fijada, revisamos la última información con el Comandante y nos dedicamos a fijar el punto por el cual haríamos la aproximación, la infiltración y donde posicionaríamos nuestro LAM (Lugar de Apresto de Misión). Asimismo, verificamos las cotas, marcamos las cartas con el azimut y retro azimut y repasamos todos los detalles de la misión.
El Comandante nos ordenó estar listos para partir a las 16:00 y le pedimos permiso para retirarnos a preparar los últimos detalles con el personal.
Cuando llegamos al costado del Rancho, el personal estaba listo con todo su equipo preparado. Algunos terminaban de "maquillarse", otros afilaban sus corvos, otros limpiaban interminablemente sus armas.

- ¡¡¡Formaaaaar!!! - gritó Edgardo con ese vozarrón que lo caracterizaba. Pasamos la última revista y en ese momento apareció el Comandante de la Unidad.

- ¡¡¡Personaaal Alto!!! ¡¡¡Atención... vista a la DEEEREEE….!!!
- Buenas tardes mi Comandante, Unidad de Infiltración formando con 35 hombres, sin novedad mi Comandante.
- Perfecto Teniente. Les voy a dirigir unas palabras antes de que embarquen.

Me moví al costado de mi Comandante, dos pasos atrás y me puse en posición de descanso. Mi Comandante puso a la Unidad en descanso y les dijo lo siguiente:


- Señores... Nuestra Patria está siendo amenazada por 3 Países al mismo tiempo. El enemigo se prepara a invadir nuestras ciudades, nuestros valles y nuestros campos. Nosotros tenemos la misión de evitar que cumplan su cometido y a esta Unidad se le ha encargado una misión particularmente importante y peligrosa. Les voy a pedir que entreguen lo mejor de sí como siempre lo han hecho y que piensen que la seguridad de la patria y de sus familias está en sus manos. Si ustedes fracasan en su misión, civiles inocentes van a morir. Háganlo bien y que Dios los proteja…


El Comandante no encontraba las palabras para terminar su arenga, así que como una forma de dar por terminado el discurso, me dio una mirada y moviéndome un par de pasos, grite …


- ¡¡¡Atención!!!.. ¡¡FIIIRR!!!...
Después de eso el tiempo pareció volar. Llegaron los camiones Unimog, cargamos los equipos y el personal estuvo listo para partir a las 16:30.
A la hora indicada, nuestra Unidad y la Sección de Apoyo, se empezaron a mover a la frontera lentamente. El sol ya empezaba a esconderse hacia el Oeste. Debíamos llegar a la Zona de Infiltración a las 17:30 a más tardar, coincidiendo con la puesta de sol. Desde ahí hasta el punto en el cual estaban acantonadas las Unidades enemigas nos demoraríamos unas dos horas, moviéndonos por una quebrada angosta que desembocaba a unos 120 metros sobre el campamento de los argentinos.
Llegamos al punto hasta donde nos llevarían los Unimog alrededor de las 17:15 hrs. La zona de apresto estaba ubicada en un punto protegido a unos 400 metros de la frontera argentina.
Rápidamente el personal se preparó y se dividió en 3 equipos. Por otro lado, los infantes de la sección de apoyo se preparaban a esperar hasta las 11 de la noche, hora en la cual avanzarían los 400 metros que faltaban para la frontera, lugar en el cual esperarían parapetados a que nuestra Unidad iniciase el regreso a casa.

- Personal... agruparse a mi alrededor. Edgardo... selecciona cuatro Comandos y mándalos avanzados unos 300 metros. Que lleven una BLU con los audífonos puestos. Avance silencioso.…

- Equipos 1, 2 y 3, avancen con una distancia de 50 metros. Preparen las armas y pongan el seguro…

Se escucho el chasquido seco de los cierres y el personal rápidamente se empezó a movilizar en columnas hacia territorio argentino. Una mirada de reojo a los infantes que se mantenían sentados en grupos en un costado de la quebrada. Todo era silencio, nadie hablaba.

La marcha duro alrededor de dos horas y media. Nos habíamos mantenido en comunicación con el equipo de exploración cada 5 minutos, mediante las BLU: tres toques al ptt indicaban que todo estaba bien.
Alrededor de las 20:00, hicimos contacto visual con el equipo de exploración. dos de ellos nos esperaban en una curva de la quebrada.

- Mi Teniente estamos a 200 metros del punto. Los argentinos están acantonados afuera de la quebrada, en una hondonada bajando hacia el lado derecho. No vimos guardia perimétrica. Pero sí se ven vehículos moviéndose en ambas direcciones hacia la carretera internacional.

- Bien hecho Comandinga. Llévenme al lugar. Vamos a ver qué es lo que tenemos.

A esa hora la única iluminación era la que daba la luna. Había una preciosa luna llena que alumbraba toda la cordillera. Avanzamos con cuidado por la quebrada y a unos 150 metros empezamos a escalarla por el costado derecho en diagonal. Al Llegar arriba nos encontramos con los dos comandos que faltaban. Nos hicieron señas de tendernos y uno de ellos se nos acerco reptando.

- Mi Teniente, desde el punto donde esta mi Sargento Primero, se puede ver todo el campamento argentino. Parece que son unas tres Compañías de soldados y una agrupación de blindados. No hemos visto Tanques.

- Devuélvete... vamos a echar un vistazo.

Cuando nos emparejamos con el Suboficial más avanzado me miró y me paso el visor nocturno. Ya estaba encendido. La noche se volvió verde. Las mismas luces del campamento nos permitían verlos con claridad. La mayoría del personal argentino se encontraba descansando y realmente... no se observaban centinelas ni perros. La confianza de estar aun dentro de su País.

El campamento estaba unos 80 metros más abajo de nuestra ubicación, hecho que nos permitiría ubicar a nuestros hombres en una posición extremadamente ventajosa y lo que aun era mejor... la puerta de salida la mantendríamos abierta.

- Manténganse vigilando Suboficial. Yo me devuelvo a buscar al personal.


Repte hacia atrás lentamente, y empecé a bajar hacia el fondo de la quebrada. A los pocos minutos, ya estaba reunido con el personal. Los Jefes de Equipo se me acercaron apenas me vieron volver y en silencio, escucharon las órdenes:


- Avanzar a la cola de mi caballo, hasta llegar al punto en el cual esperaríamos el ataque. Posicionarse linealmente respecto al campamento enemigo, fijar su rango de ataque horizontal en 60 grados, asegurar los blancos que estén dentro de su rango de ataque y mantenerse ocultos por el borde la quebrada hasta que se de la orden de prepararse para el ataque.


El personal rápidamente y en completo silencio, empezó a movilizarse atrás mio. Llegamos al punto en el cual tendríamos que empezar a escalar la quebrada y por más que intentaba escuchar algún ruido delatador el silencio era total. Estos viejos sabían moverse con sigilo y la verdad es que si alguien los escucha ya es demasiado tarde.
A unos 15 metros de la salida de la quebrada, rodilla en tierra, empezó la distribución del personal. Edgardo tomaría el ala izquierda del ataque y yo tomaría el Centro y la derecha. Nos miramos, nos dimos un abrazo y lo vi moverse con su equipo ahora ya arrastrándose.
Hice avanzar al equipo 2 hacia mi izquierda y al equipo 3 hacia mi derecha. Estábamos separados por unos 3 metros entre hombre y hombre. Quienes estaban a cargo de los Low se los descolgaron y se dispusieron a seleccionar sus blancos. No se escuchaba más que la suave brisa cordillerana.

Ya eran cerca de las 21:30 y nos quedaba una hora y media para descansar y prepararnos. La noche no estaba helada. Estábamos con unos gruesos chalecos sobre la tenida de combate y la parka N.A., guantes de lona y pasamontañas recogidos.
Las 22:00... Muchos de los Comandos se miran y soban sus armas. Nadie habla.
Las 22:15... Se puede oler el nerviosismo de los Comandos. Aun cuando nadie habla y los movimientos son los mínimos, es fácil notar la tirantez en el ambiente.
Las 22:30... Me enderecé lentamente y le di la orden a los soldados más cercanos. ...

- Pasar la voz... Tomen sus posiciones...

En un par de segundos el personal empezó a moverse hacia sus posiciones de combate. Lentamente y en silencio cada uno ocupó su lugar y se preparó. Faltaba media hora.

Pensé rápidamente en cada uno de mis hombres, en sus familias, en la mía. Qué estaría haciendo Patricia en estos momentos... estaría pensando en mi seguro .
En estos mismos instantes, varias agrupaciones de Comandos, previamente infiltrados en Perú y Bolivia, estarían seguramente mirando un escenario parecido al mío acá en suelo argentino.
22:40 ...

- Pase la voz soldado... Estiren los LOW y que el personal fije sus blancos...

22:45 ... Se me acerca el soldado con la BLU. Estaba tendido a solo unos metros de mi posición.


- Mi Teniente... llego la contraorden...
- ¿Estás seguro wueón?... Pide confirmación...

El Soldado volvió a mandar una solicitud de confirmación y en menos de 10 segundos

me volvía a mirar.

-  Confirmado mi Teniente... cancelada la misión...

Lentamente me acerque a los soldados más cercanos a mi posición y les di la orden de pasar la voz y replegarse lentamente hacia la quebrada.

Con una calma increíble cada uno de ellos, retrocedió unos metros y en fila india se empezó a descolgar por el sendero que bajaba hacia el fondo de la quebrada.
Retrocedí unos metros y me quede rodilla al suelo esperando que todos ellos bajaran. A los segundos vi llegar a Edgardo con su equipo.

- ¿Que cresta pasa mi Teniente?...

- No se Edgardo. Llegó contraorden y tenemos que devolvernos. Baja con tu gente a la quebrada y avanza unos 200 metros. Allá conversamos.

Doscientos metros más abajo el personal agrupado en equipos, vigilante, aun tensos como cuerda de guitarra.

Me reuní con Edgardo y con los Jefes de Equipo.

- Extremo cuidado con los cohetes LOW. Están todos desplegados. Que nadie los manipule, hasta que no lleguemos a la zona de extracción. Pasen la voz y a moverse. Edgardo, mandá un equipo avanzado. No sea cosa que los Infantes nos hagan cagar a titos cuando nos estemos acercando.

- A su orden mi Teniente. ¡Chucha!... se salvaron los argentinos
- Si Edgardo... se salvaron. Ahora muévete con tu equipo.

La vuelta fue rápida. Alrededor de las 01:00 nuestro equipo avanzado ya nos comunicaba que había tomado contacto con los Infantes y que el personal estaba asegurando armas.

Pasamos caminado en silencio por el lado de los Infantes. Nuevamente nadie habló. Seguimos caminando rápidamente hasta llegar al punto de extracción.
El personal rápidamente se embarco en los camiones, dando preocupación principal a los famosos LOW. Estaban vivos. Una leve presión sobre el disparador... y empezarían los fuegos artificiales.
Los camiones se empezaron a mover lentamente en dirección al Cuartel. La gente empezó a conversar, a bromear y a reírse. Habíamos estado cerca. A minutos solamente.
Antes del amanecer, ingresábamos al Cuartel. Aun cuando todo estaba oscuro, el movimiento en el Cuartel era fácilmente perceptible.

El resto fue toda rutina. Reportarle al Comandante, hacernos cargos de los LOW, entregar munición y después a comer y a calentar el cuerpo con un trago de pisco.
Entonces supe qué había ocurrido. La flota argentina que navegaba directamente a nuestro territorio, se había devuelto a sus Puertos porque con el mal tiempo los marinos argentinos se habían mareado.
Esto había cancelado la misión.
Todo se fue calmando con el paso de los días. No obstante, nuestro equipo siguió con sus patrullas e infiltraciones para observar la actividad enemiga.

No se qué habría pasado. No sé si habríamos vuelto. Solo sé que si no nos hubiesen cancelado la misión a las 23:00 les habríamos llevado al infierno a los argentinos.

miércoles, 18 de enero de 2017

LIBROS & PELÍCULAS



MUCHAS HISTORIAS PARA TAN POCA TINTA

Mientras la guerra del Beagle sigue ausente en los manuales escolares argentinos existen algunos film y libros a los que todos los protagonistas de aquellos deberían acceder para comprender con exactitud qué fue lo que ocurrió y así poder llevar adelante una amplia campaña de difusión.


         Los únicos libros que abordan la cuestión editados en 2005, 2012 y 2015 respectivamente.

Hay que reconocer que los chilenos se han ocupado más del tema que los argentinos. Periódicamente los diarios y revistas más importantes del país trasandino han rendido tributo a sus soldados, suboficiales y oficiales de las tres fuerzas afectados a los teatros de operaciones creados a fines de 1978.
Se han impresos suplementos especiales de varias páginas con relatos y fotografías de la época. Televisión Nacional de Chile realizó un muy buen informe que en la actualidad puede ser visto en Youtube.
El cineasta chileno Alex Bowen Carranza llevó a la pantalla grande algunas de las historias nacidas en las trincheras sureñas con el film “Mi mejor enemigo” rodado en 2005.
La película fue nominada entre las mejores producciones de habla hispana del 20º edición de los Premios Goya pero no obtuvo el máximo galardón en ese rubro ya que fue desplazada, nada más y nada menos, que por “Iluminados por el fuego”.
Cuando ocurrieron los hechos que sirvieron de eje temático al film Bowen Carranza tenía 11 años y en aquel 2005 poco recordaba y menos sabía de lo que en verdad había sucedido. Tan es así que en una entrevista periodística señaló que visitando el sur de su país le llamó la atención ver en varios sectores carteles advirtiendo sobre la existencia de campos minados.
Cuando consultó sobre la razón de ser de estos le informaron que estaban allí desde 1978 por “la casi guerra” con Argentina. A partir de allí Bowen Carranza comenzó a indagar un poco más y publicó algunos avisos en distintos diarios de Santiago convocando a quienes participaron en aquellos hechos para poder armar la historia del futuro film.
 La película muestra un encuentro de futbol entre soldados chilenos y argentinos, el aporte de antigripales para un soldado trasandino enfermo y un breve pero intenso enfrentamiento armado que concluye con un oficial argentino herido y un soldado chileno muerto. Fuera de este deceso, todos las otras circunstancias fueron reales y sus datos aportados a partir de aquella convocatoria inicial.
Si bien el film “Mi mejor enemigo” es presentado como una coproducción chilena, argentina y española, no resulta menos cierto que el aporte económico mayoritario corresponde a capitales trasandinos.
La filmografía se cierra con un cortometraje argentino de bajo presupuesto: “El regalo de Zapura” que también centra su guión en el vínculo de un cabo del ejército argentino con una pelota autografiada por Mario Kempes y en un partido de futbol disputado con soldados chilenos.
En materia de bibliografía el menú no es menos acotado. Solo tres libros se han ocupado del tema.
En noviembre de 1998 editorial Sudamericana editó “El delirio armado”, del periodista Bruno Passarelli que centra su desarrollo solo en el aspecto político y diplomático de la relación mantenida entre Chile y Argentina veinte años antes. Del aspecto militar solo se ocupa de la situación y pugna existente entre los mandos superiores de las tres fuerzas y muy brevemente referencia a la incursión que habría realizado sobre territorio chileno la noche del 22 de diciembre una columna de la X Brigada de Infantería Mecanizada.
Lo principal del citado libro se asienta en la intensa gestión del purpurado argentino para lograr atraer la atención del Vaticano con la consecuente mediación.
En 2012 Ediciones de la Universidad Nacional del Litoral agrega a su colección el libro “114 en el Sur” de Claudio Ramírez, un ex soldado santafesino que participó en la “Operación Soberanía”.
La obra publica las cartas que el “colimba” Ramírez intercambió con sus padres durante los más de tres meses que estuvo acantonado en la Patagonia argentina.
Los pasajes de las misivas que iban y venían con la velocidad que los sistemas y circunstancias de entonces lo permitían permiten reconstruir escenarios, experiencias y sensaciones no solo de los soldados en el lejano frente de batalla sino también de las familias que habían quedado –angustiadas- en los solares nativos.
En abril de 2015, y después de seis años de recopilar material que incluyó una gran cantidad de testimonios, editamos “Hubo Penas y Olvidos” con recursos propios dado que –presumimos que por ser un tema contrario a los intereses de la década ganada- ninguna editorial se mostró dispuesta a asumir su impresión. Incluso Penguin Random House (Sudamericana) calificó al material de excelente pero se excusaron alegando que el tema no estaba en los planes editoriales inmediatos.
La obra se puede dividir en dos partes. Los dos primeros capítulos referidos a las vivencias del desaparecido servicio militar obligatorio, los preparativos bélicos en detalle y la característica que tuvo la mayor movilización militar en la historia argentina y los pormenores del día D. La segunda parte comprende otros dos capítulos puramente técnicos: leyes nacionales e internacionales y manuales de maniobras militares, todo para concluir que en 1978 existió una guerra por el canal del Beagle, islas e islotes adyacentes.
Pese a que no nos compete juzgar nuestro trabajo entendemos que la trilogía “El delirio armado”-“114 días en el Sur”-“Hubo Penas y Olvidos” debe ser leída por todos los que participamos en aquellos acontecimientos para poder comprender qué fue lo que nos tocó vivir y así poder transmitirlo con la mayor amplitud posible.





martes, 17 de enero de 2017

¡VIVA LA PAPA!



RECUERDOS DEL VIEJO F.A.L. CON CULATA DE MADERA

Se trataba de establecer una especial relación entre el soldado y el fusil como armamento básico. Para el “colimba” argentino debía ser como “su novia” en tanto que para el “pelao” chileno parte de su propio ser.




 
 Arriba: Fusil Automático Liviano (F.A.L.). 
Abajo: Fusil Automático Pesado (F.A.P.), 
ambos, modelos antiguos con culatas de madera.

El Armamento básico de la infantería y de las tropas para apoyo de combate eran esencialmente tres: el Fusil Automático Liviano (FAL), el Fusil Automático Pesado (FAP) y las pistolas Ballester Molina calibre .45. Todas, pocas veces usadas antes de ser afectados a la movilización del ´78.
El FAL –entonces con culata de madera- se completaba con un sable bayoneta con su correspondiente funda (tahalí), dos porta cargadores de cuero con capacidad para dos cacerinas cada uno más la que se llevaba adosada al arma (con capacidad para 20 proyectiles en cada unidad)
Muchos años después de los tiempos de cuartel al haber realizado cursos de defensa con armas de fuego de puño y escopeta táctica, como así también de tiro táctico y haber tenido la posibilidad de realizar entrenamientos junto a algunos integrantes de fuerzas especiales de la policía santafesina, pude comprender lo poco que supimos en aquel entonces sobre manejo seguro del arma y aprovechamiento al máximo de sus prestaciones.
Pero eso, como dije, fue mucho tiempo después. En aquel entonces cuando uno recibía por primera vez el fusil vaya si no se sentía invencible.
Recibimos instrucción divididos en grupos para aprender –se suponía- el manejo de pistolas, ametralladoras PAM 2 y el citado FAL. Las prácticas de tiro, solo reservadas para el polígono que estaba en los fondos del desaparecido Batallón de Ingenieros en Construcciones 121 (Hoy, Batallón de Ingenieros 1) y fueron muy acotadas.
Tiro cuerpo a tierra y rodilla a tierra. Solo 3 o 5 disparos por soldado a cuyo lado se ubicaba un suboficial instructor para corregir posturas y puntería.
Al otro lado de la cancha de tiro asomaban desde un foso los clásicos blancos de cartulina, circulares concéntricos, sobre los que con unos círculos metálicos adosados a unas largas varillas se marcaba el lugar de impacto. Si algún soldado daba en el centro se agitaba desde allí una bandera Argentina al grito de “¡Viva la patria!” que era repetido a viva voz por todos los presentes.
Pero si el tirador no acertaba siquiera dentro del círculo mayor se agitaba una bandera blanca al grito de “¡Viva la papa!”, seguida de las clásicas rizas que ahogaban los improperios dirigidos por el instructor hacia el soldado instruido.
Tuvimos el privilegio de que al ser asistente del jefe de compañía, días previos a la movilización, íbamos hacia el polígono a continuar con las prácticas no solo de FAL sino también con una pistola Browning 9mm y una carabina .22. Tirábamos sobre los citados blancos, sobre siluetas metálicas y tambores de 200 lts.
Formaron parte también de aquella instrucción indicaciones sobre cómo se podía utilizar el FAL y sus accesorios para neutralizar al enemigo: “(…) si se tomaba a un adversario por la espalda el cuchillo, si se lo tenía, o en su caso el sable bayoneta, debía ser clavado con fuerza en forma diagonal por encima de la clavícula, y que la correa del FAL no era solo un elemento complementario de transporte sino que con ella se podía estrangular a un enemigo haciendo una suerte de torniquete desde atrás. Si se usaba la bayoneta calada –había dicho el instructor en su momento- era probable que la misma se “enganchara” en el cuerpo enemigo con su parrilla costal o columna y para salir rápido de tal situación debíamos empujar hacia adelante con uno de nuestros pies puesto sobre el pecho del adversario abatido y tirar con fuerza hacia atrás el fusil. Si no se lograba el objetivo, bastaba con realizar un disparo ya que el tamaño de la herida producida liberaría el sable de su traba ósea” (Fragmento del libro “Hubo Penas y Olvido”).
Como señalamos anteriormente los FAL de entonces tenían culata de madera y había que ser muy cuidadosos no solo durante los movimientos vivos con fusil en mano (clásicas raneadas) sino también durante las guardias. El solo hecho de golpearlos daba lugar al clásico grito de “¡¡¡Nooombre!!!” espetado por el suboficial u oficial jefe de grupo, seguido del también clásico “¡Anótese castigado!”. Y ese especial cuidado era así porque hasta lo impensado podía ocurrir, y en efecto, ocurrió: “(…) En una oportunidad uno de los soldados apostados sobre el mangrullo ubicado en el fondo del cuartel se durmió habiendo apoyado el fusil sobre la baranda. Por las leyes de Newton y de la fatalidad el arma cayó y pegó justo sobre una base de cemento rompiendo la culata de madera y el cargador metálico, que –se dijo- tuvo que pagar el colimba además de haber sido privado de varios francos” (Fragmento del libro “Hubo Penas y Olvidos”)
Los instructores repetían una y otra vez la importancia del fusil para el soldado que era “como su novia” y por lo cual había que aprender a manejarlo y cuidarlo.
A los soldados chilenos -conocidos como “pelaos” como sinónimo de “colimba”-  también se les infundía una especial relación con su armamento. Ambos debían ser una sola entidad, tanto en la vida como en la muerte, y así, cuando las tropas eran embarcadas en los camiones y ómnibus para ser desplazadas hacia las bases aéreas o puertos desde donde partirían hacia el frente, los conscriptos marchaban entonando vivamente “Mi fusil y yo”: “La patria me lo brindó / y por ella lucharemos / siempre juntos mi fusil y yo / y por ella lucharemos / siempre juntos mi fusil y yo. Cuando estoy de centinela / no puedo sentir temor / porque atentos vigilamos / siempre juntos mi fusil y yo / porque atentos vigilamos / siempre juntos mi fusil y yo. Y al dar frente al enemigo / lucharemos con honor / como hermanos de la gloria / siempre juntos mi fusil y yo / como hermanos de la gloria / siempre juntos mi fusil y yo / Y si caigo en el combate / defendiendo el pabellón / a su sombra dormiremos / siempre juntos mi fusil y yo / a su sombra dormiremos / siempre juntos mi fusil y yo” (Fragmento del libro “Hubo penas y olvidos”)

jueves, 5 de enero de 2017

EL AMOR EN TIEMPOS DE MOVILIZACIÓN



AUN EN SITUACIONES LÍMITES QUEDA ESPACIO PARA CIERTO OCIO




Fotograma del film "Pantaleón y las visitadoras"

“Yo soy yo y mis circunstancias” enseñaba José Ortega y Gasset quien había muerto precisamente 23 años antes de que Jorge Videla firmara el decreto disponiendo la movilización masiva de tropas hacia las fronteras Oeste y Este. Y la vida pone a los seres humanos en circunstancias que parecen hechas a medida o que todo se va dando como un capricho del destino.
El bar de moda en la capital santafesina se ubicaba en la esquina de Buenos Aires (hoy Monseñor Zazpe) y San Martín y había sido bautizado Shelter en honor al tema de los Rolling Stone Gimme Shelter (Dame refugio) canción escrita por Mick Jagger y Keith Richards en el entonces no tan lejano 1969 y referido a Vietnam. Y vale recordar esto porque así como señalábamos aquella ironía de la canción de la Carrá, ésta otra tiene una estrofa que dice War, children, it's just a shot away, It's just a shot away, es decir, La guerra, niños, está a un solo tiro de distancia, está a un solo tiro de distancia… No lo sabíamos cuando departíamos alegremente en sus mesas, pero en verdad estaba a un solo tiro de distancia y nosotros seríamos los encargados de protagonizarla (Fragmento del libro “Hubo Penas y Olvidos”)
Pero esta no fue la única “canción de moda” que enmarcaba nuestras realidades y circunstancias. Desde la península itálica llegaba la estridencia y dinamismo de Rafaela Carrá con su –nada más y nada menos- “Hay que venir al sur”.
Y las pequeñas radios a transistores (las más completas, con audífonos ya que los auriculares no existían) disparaban a repetición “Para enamorarse bien hay que venir al sur / para enamorarse bien iré dónde estás tú / sin amores, quien se puede consolar / sin amores, esta vida es infernal”.
Y muchas historias de amores se tejieron en aquellas latitudes y en aquellas circunstancias. Amores mentidos, amores verdaderos, amores comprados, amores destrozados, pero seguramente nunca y en ningún caso, amores olvidados.
Así como circulaban entre los civiles versiones de que miles de ataúdes habían sido despachados en trenes hacia el sur del país, entre la tropa circulaba una más entretenida: que las fuerzas armadas enviaban en trenes o micros cientos de prostitutas para satisfacer ese “obscuro objeto del deseo” de los combatientes. A priori, pareciera algo descabellado pero ya Mario Vargas Llosa contempló tal posibilidad en “Pantaleón y las visitadoras” donde al capitán Pantaleón Pantoja se lo pone al frente de una sección de prostitutas para recorrer las guarniciones de la región selvática del Perú a fin de bajar la tasa de abusos sexuales que tenían como blanco a las jóvenes lugareñas.
Y aunque nada de esto ocurrió en aquel verano del 78 cada soldado, con jerarquía o sin ella, se las arregló como pudo o como se lo permitieron sus circunstancias.
Un joven oficial del ejército argentino fue sancionado con tres días de arresto “por presentarse en un lugar de reunión de oficiales superiores acompañado de una mujer no siendo ésta su esposa”. Lo que había ocurrido es que este treintañero oficial había conquistado una bella dama en las calles céntricas de alguna ciudad sureña cuyos datos no se brindan para evitar efectos colaterales complementarios y bajo aquel mandato de “si te portas mal, borra las evidencias y niégalo todo”.
Con su flamante conquista el oficial se dispuso a degustar un café en su grata compañía en el bar de uno de los hoteles de aquella ciudad sin reparar que el lugar estaba plagado de oficiales de todas las fuerzas y armas.
Un coronel, que no era su jefe directo pero al fin y al cabo sí su superior de mayor jerarquía en ese momento y lugar comunicó la novedad al teniente coronel que sí era su jefe y el joven oficial debió pasar tres días encerrado (arrestado) en el camarote del tráiler que hacía las veces de dormitorio.
En rueda de oficiales, dice, y después de aquella situación y mientras circulaba de mano en mano el tradicional mate el soldado cebador espetó un comentario que disparó la ira del sancionado. “Mi teniente primero, de que la va el coronel si cuando yo fui a las casitas las otras noche él estaba sentado en un sillón del living y tenía a una de las putas sentada sobre su falda”.
“Las casitas” era tres inmuebles ubicados en algún barrio periférico de aquella ciudad y en el cual vivían unas tres o cuatro mujeres por unidad. Todas provenientes del “norte” del país y que de noche –o cuando se suponía que debía serlo porque en el sur el sol se pone muy pero muy tarde- eran prestadoras sexuales como las del capitán Pandoja.
Otro solado cuenta que muchos suboficiales de su unidad eran verdaderos “ganadores” y cada noche se hacían buscar en el portón de acceso del lugar que oficiaba de vivac por alegres muchachas. Pero entre ellos estaba un sargento sobre el que pesaba la sospecha de que había optado por un alegre muchacho como compañía y cuya presencia justificaba apuntándolo como un viejo amigo.
Así competían entre ellos a ver quien se hacía buscar por el mejor auto de la época. Y así desfilaban los Opel K 180, los Fiat Súper Europa aunque también uno que otro Citroen 2CV.
Otro joven oficial, que se había ganado –y bien ganada- la comparación con Isidoro Cañones se convirtió ciertamente en el ídolo de su soldadesca. Había conquistado a la dueña de una boite (término antiguo si los hay) e inmediatamente procedió al intercambio de figuritas: él, además de su amor circunstancial (otra vez, Ortega y Gasset), puso a disposición del boliche un par de soldados experto uno en sonorización y el otro en la preparación de tragos, los cuales todas las noches contaban con permiso especial para cumplir sus faenas hasta las primeras luces del día.
Los soldados a cambio de sus servicios podían consumir alimentos y bebidas sin límites (¡incluidas las históricas wiskolas y cubalibre!) y algo de tabaco sin cargo, pero nada de hacer uso de los servicios de las “prestadoras”. Ahí había que ponerse. Si no consumían nada la “amante del teniente francés” les realizaba un pequeño pago conforme a como se había recaudado en la noche.
Pero el mentado “Isidoro Cañones” tenía no solo acceso gratuito a la boite (y a su propietaria, obvio) sino también canilla libre y diversión asegurada.
Otro soldado cuenta que había conquistado a una joven un poco más chica que él pero la falta de recursos económicos y “conocimiento del terreno” imposibilitaron la consumación… Y todo quedó en intentos. “Recuerdo que en una oportunidad salimos a caminar por la ciudad. Caminamos, caminamos y caminamos hasta que llegamos a unas rías de suelo muy pero muy rocoso. Después del obligatorio cuerpo a tierra y cuando comenzamos con lo que parecía se concretaría ocurrió lo peor. Un silbido nos volvió a la realidad. Provenía de un pozo de zorro ubicado a muy pocos metros y que no habíamos visto… lleno de soldados y ametralladoras antiaéreas que despuntaban. No entendimos lo que nos gritaban por el fuerte viento que soplaba pero no se necesitó mucho para comprender que debíamos replegarnos”.
“Nunca más supe de ella –agrega- y tampoco la localicé en el moderno facebook, lo que sí hice con otra muchacha de entonces, amiga de un soldado de mi compañía, con la cual intercambiamos en aquel 78 muchísimas cartas. Pero cuando la ubiqué dijo no recordar quién era”.
Otra “circunstancia” que podría enmarcarse en otro tema de entonces, de José Augusto titulado “Mi primer amor”: “En una fiesta muy linda donde tu fuiste a bailar /
sin querer nos encontramos y te quise saludar / de pronto tu me miraste fingiendo haberme olvidado / con tu sonrisa forzada supe que te habías casado /
Y toda la noche bailaste con el / si tus ojos miraban fingían no ver / nunca pude saber si era dicha o dolor / recordando mi primer amor”
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