domingo, 18 de marzo de 2018

VOLVER A LOS 17


REGRESAR A LOS LUGARES QUE TAL VEZ NUNCA DEJAMOS ATRÁS




Volver a los diecisiete /
Después de vivir un siglo /
Es como descifrar signos /
Sin ser sabio competente /
Volver a ser de repente /
Tan frágil como un segundo /
Volver a sentir profundo /
Como un niño frente a Dios /
Eso es lo que siento yo /
En este instante fecundo…

Primera estrofa de “Volver a los 17” de la chilena Violeta Parra que sirven para enmarcar mi accidental regreso, cuarenta años después, al lugar que sirvió como punto de partida al libro “Hubo penas y olvidos”.
No volví a los 17 de la cantautora trasandina sino a los -recién cumplidos- 19 míos. Con su bagaje de poca experiencia y muchos temores.
Por cuestiones del destino y las circunstancias llevé a mi hija mayor hasta el aeropuerto de la ciudad de Paraná que se encuentra en el mismo predio de la Base Aérea y comparten torre de control, pistas e instalaciones complementarias.
Subiendo hacia el primer piso, donde se encuentra el bar, pude divisar plenamente aquel tejido de cemento por donde se desplazan los aviones y -desde el concepto de la filosofía griega- ver los fantasmas de la tropa de entonces.
Desde ese mismo lugar el 22 de noviembre de 1978 partió el Tango 01 (hoy desaparecido desde que Menem decretara su salida de servicio y reemplazo por otra unidad) y el Batallón de Ingenieros en Construcciones 121 fue despedido por el comandante del II Cuerpo de Ejército, General Leopoldo Galtieri. Coincidentemente del arma de ingenieros y ex jefe de la unidad.
Con su “configuración Vietnam” que implicó el retiro de las butacas y paneles divisores internos, la tropa se fue acomodando dentro de la aeronave. Sentados en el piso o sobre el casco, encajados uno contra otro merced a las piernas obligatoriamente abiertas entre las cuales también acomodábamos los fusiles con las culatas bien afirmadas y los cañones hacia arriba.
Casi dos horas de vuelo en esas condiciones hasta Comodoro Rivadavia y de allí el trasbordo hacia dos aviones Fokker F-27 hasta el aeródromo de Puerto San Julián.
En este segundo tramo las condiciones de transporte habían mejorado considerablemente. Con similar configuración interior fueron dos aeronaves las que concretaron el trabajo y para lo cual se habían colocado en el habitáculo principal dos correas a lo largo y sobre el piso de la cual nos tuvimos que aferrar fuertemente al momento del despegue y aterrizaje para evitar salir rodando siguiendo la inclinación que adoptaba el artefacto.
Después de hacer noche en un valle en las cercanías de San Julián, el viaje se completó con 6 horas mas a bordo de camiones Unimog y Mercedes Benz hasta la ciudad de Río Gallegos, lugar donde el núcleo principal de la unidad levantaría su vivac (campamento) desde el 23 de noviembre de 1978 al 29 de enero de 1979.
La mayor parte de ese tiempo ocupamos la Sociedad Rural de la capital santacruceña y una semana antes del regreso nos trasladaron hacia dependencias del Batallón de Ingenieros de Combate 181, en la misma ciudad donde quedó una reserva hasta junio de 1979.
Volver a los 19, aunque fuere en forma accidental, disparó un sinfín de sensaciones tal vez porque en definitiva fue como “Volver a ser de repente / Tan frágil como un segundo / Volver a sentir profundo / Como un niño frente a Dios”.

 


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